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Incluir a pequeñas y medianas empresas en la obra pública representa uno de los principales retos para el sector de la construcción en México. Este desafío es crucial para el desarrollo del país, ya que la participación de estas empresas no solo fomenta la competencia, sino que también promueve un crecimiento económico más equitativo. A lo largo de este artículo, se explorarán las dificultades que enfrentan estas compañías y las estrategias necesarias para mejorar su inclusión en proyectos de infraestructura.


El sector de la construcción se ha visto marcado por una concentración alarmante de contratos en manos de un reducido número de empresas, lo que limita las oportunidades para las pequeñas y medianas. De acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, un 27.4% de los contratos de obra pública se asignan de manera directa, lo que dificulta el acceso a las empresas más pequeñas. Este fenómeno no es nuevo y ha persistido a lo largo de diferentes administraciones gubernamentales, evidenciado por la participación predominante de grandes corporaciones en obras emblemáticas como el Tren Maya y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.


Una de las barreras más significativas que enfrentan las pequeñas empresas es la rigidez de los requisitos establecidos en las licitaciones públicas. A menudo, se les exige demostrar experiencia previa en proyectos de gran escala, lo que crea un ciclo vicioso que perpetúa su exclusión. Sin la oportunidad de participar en grandes obras, estas empresas no pueden adquirir la experiencia necesaria para competir. Esta situación no solo afecta su desarrollo, sino que también limita la diversidad y la innovación en el sector de la construcción.


Para abordar este problema, expertos del sector proponen varias estrategias. Una de ellas es la necesidad de reformar la normativa vigente, facilitando la inclusión de empresas más pequeñas en los procesos de licitación. Esto podría lograrse al considerar no solo la experiencia previa, sino también otros aspectos como la capacidad técnica y la propuesta de valor. Además, la creación de alianzas y redes de colaboración entre pequeñas y grandes empresas podría resultar en un “círculo virtuoso” que beneficie a ambas partes, ampliando las oportunidades para aquellas que son más vulnerables.


Finalmente, la implementación de programas de capacitación y mentoría es vital para empoderar a las pequeñas y medianas empresas en el sector de la construcción. Estos programas pueden proporcionar el conocimiento y las habilidades necesarias para competir en proyectos importantes. La simplificación de los procesos de licitación y la creación de categorías específicas para pequeñas empresas también se presentan como soluciones efectivas. Al adoptar estas medidas, el sector de la construcción podría no solo enriquecer su oferta, sino también contribuir de manera significativa al desarrollo económico del país.


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